04 Ago Creando Cultura de calidad, seguridad, ambiental en el Laboratorio
¿Qué significa realmente hablar de «Cultura de XXXXX»?
Nota: al leer este texto, donde dice XXX, completa con lo que quieras: calidad, seguridad, ambiental, buenas prácticas, inocuidad, etc.
Muchas veces damos por sentado que todas las organizaciones tienen una Cultura de XXX. Y sí, alguna cultura tienen: buena, mala, débil, madura… pero cultura al fin.
Lo cierto es que la cultura de seguridad, la de calidad, la ambiental y otras… no existen en el vacío: son una expresión concreta de la cultura organizacional. Su reflejo más operativo y humano.
Nos gusta definir la cultura de XXXX como: la integración de valores, principios, procesos y, sobre todo, la coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace.
Y aunque parezca algo natural en cualquier operación… la verdad es que está lejos de serlo.
Muchas organizaciones han llegado a altos estándares luego de exigentes requisitos legales o políticas corporativas. Otras, lamentablemente, después de atravesar accidentes graves o incluso pérdidas irreparables.
Pero… ¿es posible construir una relación genuina, natural e instintiva con la Cultura XXX?
Nuestra respuesta es un rotundo sí.
Las organizaciones que logran verlo como un valor esencial obtienen beneficios que van mucho más allá de las métricas de no conformidades, incidentes, desvíos:
Respiran una cultura viva, donde las personas sienten el poder para expresar, cuidar, y actuar.
El ambiente se vuelve transparente, horizontal y motivador.
La eficiencia mejora, el bienestar crece, y el enfoque se recupera.
Porque una verdadera cultura de XXX es, en el fondo, un compromiso: con nosotros mismos, con lo que hacemos, con quienes nos rodean, con los activos que usamos y con el ambiente que habitamos.
Es actuar con consciencia, con presencia y ser coherentes.
¿Qué obstáculos solemos encontrar en el camino hacia el desarrollo de Cultura de XXX?
– La resistencia al cambio en sí mismo.
– La distorsión entre lo que “la dirección cree que pasa” y lo que “en realidad pasa”.
– La frustración de los equipos que lideran el cambio cultural ante la extensión del proceso transformacional.
– El dolor de desaprender algo para aprender un nuevo habito de pensar y hacer.
– Los atajos: Suelen ser los peores enemigos. Ej. El hacerlo más rápido, de la manera más corta, sin respetar los procedimientos definidos, etc.
– La falta de reconocimiento.
– La represalia inconsciente ante un evento o alerta de seguridad, calidad, ambiental, etc.
¿Y cómo se construye una «buena» cultura?
Con decisiones valientes y acciones consistentes, como por ejemplo:
– Liderar con el ejemplo, desde todos los niveles.
– Escuchar todas las voces.
– Asignar presupuesto en fortalecer las condiciones de cumplimiento, de trabajo seguro y de protección ambiental.
– Invertir en formación real, escuchando los «dolores» propios de la operación.
– Reflexionar sobre las lecciones aprendidas sin señalar culpables.
– Reconocer y celebrar los logros hacer énfasis en la construcción positiva.
– Generar y sostener espacios de confianza donde hablar no sea una obligación, sino una práctica cotidiana y constructiva.
Porque en definitiva, una cultura sólida es eso:
El compromiso consciente de cuidar lo que hacemos, cuidarnos entre todos, de proteger los activos y de preservar el ambiente, en coherencia con lo que creemos, decimos y hacemos.